Volver a Roma siempre me lleva a sentir en el cuerpo cada compás del ritmo de la sangre de mis ancestros.
Me ofrecen un contrato que es como estar en el Edén y consiste en realizar un trabajo fotográfico para desvelar y retratar obras de museos y yacimientos en Roma, disfrutando la compañía exquisita de un par de arqueólogos, intercambiando ideas y aprendiendo. En estas condiciones, jugar con luces y encuadres ante la belleza de obras de Arte clásico o neoclásico es realmente un culto a la pasión.
Un viaje asombroso que nos lleva a recorrer y fotografiar obras de arte exquisitas en el Palazzo Massimo alle Terme, las Termas de Diocleciano, los Museos Capitolinos y la Plaza del Campidoglio, el Museo Nacional Etrusco de la Villa Giulia, el Ara Pacis, el Mercado de Trajano, el Parque arqueológico del Coliseo y el Museo Palatino, la villa y la Galería Borghese. Un recorrido en el que crecí mucho, aceptando el desafío de fotografiar obras a través de cristales, eligiendo horas del día para retratar según la luz y ensayando distintos encuadres para captar la emoción que subyace en las obras, especialmente esculturas, que tenía que retratar para este trabajo. Y además, el placer de compartir y desfilar en el Natale di Roma con mis compañeros de legión, desde el Mercado de Trajano, pasando por el Foro y finalmente, bajar de la colina del Palatino con las emociones a flor de piel.
Como tuve el primer día libre, me preparé una banda de sonido que comenzaba con el duduk de Levon Minassian para atravesar la villa Borghese, un buen preludio para la belleza de las obras etruscas que me esperaban para el reencuentro en el Museo Nacional Etrusco de la Villa Giulia. Admirando los detalles con los que esculpieron la terracota del Sarcófago de los Esposos en el siglo VI antes de nuestra era, se encienden las palabras que eligió el escritor José Luis Sampedro para dar comienzo a su magnífica novela La sonrisa etrusca. Porque en ese desencuentro inicial con el hijo que se ha ido a vivir al norte, ese padre del sur de Italia que se siente traicionado y fuera de lugar, expresa una de las mayores verdades de la vida: se debe sonreír como un fauno, gozando tanto al disfrutar de la vida como al enfrentar la muerte.
Porque en esa sonrisa febril, late tu pasión, esa con la que enciendes cada segundo de tu vida para agotarla hasta el último suspiro. Porque las otras, esas sonrisas tenues y monocordes, representan la beatitud y sólo encuentran su lugar en las estatuas de los santos.
Sabores de Roma
Fue una semana de placer y de trabajo, de recorrer museos y yacimientos y luego, la búsqueda del zabaione y otras rutas gastronómicas que nos llevaron por distintos lugares de la ciudad. Una tarde noche, al terminar la sesión fotográfica en el Palazzo Massimo alle Terme, nos subimos al coche y en 15 minutos nos acercamos al municipio Portuense para cenar en el restaurante In Fucina il Ristorante che ama la pizza una de las mejores pizzerías de Roma para disfrutar unos entrantes exquisitos, una pizza salada con el sabor del mar y otra pizza dulce para un cierre espectacular, elaborados por el chef Edoardo Papa.
Abrimos boca con unos buñuelos preparados con queso gorgonzola y limón, sepia y crema de queso Pecorino y espinacas con queso parmesano y el salami Ciauscolo di Visso, un embutido de la tradición rural del interior de Umbría. Nos sorprendemos con una pizza que lleva todo el sabor del mar preparada con una masa aérea, con calamares, burrata y bottarga di mugine, la hueva de mújol rallada que tiene un sabor equilibrado. Para cerrar con un postre delicioso, su versión de pizza dulce que llama La pizza de la que se habla en la tierra de los juguetes y elabora con tomates confitados, crema pastelera, pistacho y limón de la huerta del chef.
En el momento que sea posible, aprovecha y visita Roma. Recorre sus calles, disfruta del Arte, del imponente patrimonio Arqueológico y los sabores y texturas de su gastronomía acompañados por unos vinos que te dejarán un sabor inolvidable.
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